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Principales síntomas de la trombosis: qué debes tener en cuenta

viernes, 4 de abril de 2025

La trombosis es un problema de salud que, aunque pueda sonar lejano, tiene una presencia mucho más habitual de lo que imaginamos. Cada año, miles de personas son diagnosticadas con esta complicación que se produce cuando un coágulo de sangre obstruye una vena o una arteria, impidiendo que la circulación fluya como debería. La situación puede ser grave, especialmente si el trombo viaja a zonas sensibles como los pulmones, el corazón o el cerebro. De ahí que conocer los detalles de esta patología sea fundamental, tanto para entender sus riesgos como para actuar con rapidez si aparece alguna señal de alarma.

Hablar de trombosis es hablar de un tema amplio y complejo, que incluye distintos tipos según el lugar donde se forme el coágulo y las consecuencias que esto pueda acarrear. Seguro que has oído alguna vez términos como "trombosis venosa profunda" o "embolia pulmonar", pero ¿sabías que ambos están relacionados? La prevención y el tratamiento precoz son las mejores armas para minimizar sus efectos, y la buena noticia es que, con la información adecuada, es posible reducir de manera considerable el riesgo de padecerla.

En las siguientes líneas vamos a profundizar en qué es exactamente la trombosis, cómo identificarla a tiempo, qué la provoca y, por supuesto, qué opciones existen actualmente para tratarla y prevenirla. Todo ello, explicado de forma clara y cercana, con el objetivo de resolver dudas y ofrecer una visión completa que te ayude a cuidar tu salud.

¿Qué es la trombosis?

La trombosis se produce cuando un coágulo de sangre —conocido técnicamente como trombo— se forma dentro de un vaso sanguíneo, ya sea una vena o una arteria. Estos coágulos obstruyen el flujo normal de la sangre, lo que puede desencadenar complicaciones de diversa gravedad. Si el trombo permanece en su lugar, puede restringir el suministro de oxígeno a los tejidos cercanos. Sin embargo, si se desprende y viaja por el torrente sanguíneo, puede alojarse en órganos vitales y provocar emergencias como una embolia pulmonar, un infarto de miocardio o un ictus.

Hay dos tipos principales de trombosis:

  • Trombosis venosa: afecta a las venas, que son los vasos encargados de llevar la sangre de vuelta al corazón. La más conocida dentro de este grupo es la trombosis venosa profunda (TVP), que suele desarrollarse en las piernas.
  • Trombosis arterial: se forma en las arterias, que transportan la sangre rica en oxígeno desde el corazón hacia el resto del cuerpo. Aquí el riesgo es mayor porque puede provocar un infarto o un accidente cerebrovascular.

La gravedad de la trombosis depende de factores como la ubicación del trombo, su tamaño y la rapidez con que se actúe tras la aparición de los primeros síntomas. Por eso, la detección precoz es clave.

Causas de la trombosis

La formación de un coágulo de sangre que deriva en una trombosis no responde, por lo general, a una única causa. Más bien, suele ser el resultado de la combinación de varios factores que alteran el equilibrio natural de la sangre y de los vasos sanguíneos. Para que la circulación funcione correctamente, se requiere que las paredes de los vasos estén en buen estado, que la sangre fluya sin obstáculos y que los mecanismos de coagulación estén en equilibrio. Cuando alguna de estas piezas se altera, el riesgo de trombosis aumenta considerablemente.

Uno de los desencadenantes más habituales es la lentitud del flujo sanguíneo, algo que ocurre con frecuencia en personas que pasan largos periodos sin moverse. Por ejemplo, después de una cirugía importante, durante una hospitalización prolongada o en viajes de larga duración donde el movimiento de las piernas se reduce al mínimo. Esta falta de movilidad favorece que la sangre se estanque, especialmente en las extremidades inferiores, facilitando la formación de coágulos.

A esto se suman las alteraciones en la coagulación. Existen personas que, debido a factores genéticos o enfermedades adquiridas, tienen una mayor tendencia a que su sangre coagule de manera excesiva. Estas situaciones se conocen como estados de hipercoagulabilidad. Por ejemplo, algunos trastornos hereditarios, como el déficit de antitrombina o la mutación del factor V Leiden, predisponen a la aparición de trombos, incluso en personas jóvenes y aparentemente sanas.

Las lesiones en la pared de los vasos sanguíneos son otro factor clave. Una operación quirúrgica, un traumatismo o incluso una inflamación mantenida en el tiempo pueden dañar el revestimiento interno de las venas o arterias, facilitando que las plaquetas y otros componentes de la sangre se adhieran a la zona dañada y formen un trombo. De hecho, procedimientos médicos como la colocación de catéteres o prótesis también pueden incrementar este riesgo, al alterar físicamente la integridad de los vasos.

Por último, no se puede pasar por alto la influencia de factores hormonales y metabólicos. El embarazo, por ejemplo, es una etapa en la que los cambios hormonales y la compresión de los vasos sanguíneos en la pelvis aumentan la propensión a formar coágulos. De forma similar, la utilización de anticonceptivos orales o tratamientos hormonales sustitutivos incrementa este riesgo, sobre todo cuando existen otros factores predisponentes. La obesidad, el tabaquismo y enfermedades crónicas como la diabetes o el cáncer también contribuyen a alterar la circulación y los mecanismos de coagulación de la sangre.

Síntomas de la trombosis: cómo identificarla a tiempo

Reconocer a tiempo los síntomas de la trombosis es crucial para actuar con rapidez y evitar complicaciones graves. Aunque los signos pueden variar dependiendo de la localización del coágulo, existen manifestaciones que deberían ponernos en alerta. Detectar precozmente estas señales permite iniciar un tratamiento adecuado y minimizar el riesgo de que la trombosis derive en problemas más serios, como una embolia pulmonar o un infarto.

Trombosis venosa profunda (TVP): la más común y la que más hay que vigilar

La trombosis venosa profunda suele aparecer en las venas profundas de las piernas, aunque también puede presentarse en los brazos. Es importante no confundirla con molestias musculares habituales, ya que sus síntomas tienden a ser más persistentes y progresivos.

El síntoma más característico es la hinchazón localizada, generalmente en una sola pierna. Esta inflamación suele ir acompañada de una sensación de calor en la zona afectada y de un enrojecimiento visible de la piel. No es raro que la persona note también una sensación de pesadez o tensión en la pierna, como si estuviera constantemente acalambrada o más fatigada de lo normal.

Otro signo de alarma es el dolor profundo que aumenta al caminar o al tocar la zona. Este dolor no siempre es inmediato, sino que puede comenzar de forma sutil y agravarse con el paso de las horas. Incluso en reposo, algunos pacientes describen una molestia continua que no se alivia fácilmente.

Síntomas de embolia pulmonar: cuando el coágulo viaja a los pulmones

En algunos casos, un coágulo que se forma en las piernas puede desplazarse por el torrente sanguíneo hasta los pulmones, provocando una embolia pulmonar. Esta es una complicación grave y potencialmente mortal que requiere atención médica urgente.

Los síntomas que deben hacer sospechar de una embolia pulmonar incluyen una dificultad respiratoria repentina e intensa, que no se corresponde con el esfuerzo físico realizado. Este ahogo puede ir acompañado de un dolor en el pecho que se intensifica al respirar profundamente o al toser.

La aparición de tos, a veces con expectoración de sangre, y una sensación de ansiedad o palpitaciones también son indicativos preocupantes. Además, algunas personas pueden presentar mareos o incluso desmayos, lo que señala una afectación importante en la oxigenación del organismo.

Trombosis arterial: cuando se compromete la irrigación de órganos vitales

Aunque la trombosis venosa es más frecuente, no podemos olvidar que la trombosis arterial también existe y sus síntomas son igual de serios. En este caso, el coágulo bloquea una arteria, impidiendo que la sangre oxigenada llegue correctamente a los tejidos.

Si la obstrucción se produce en las arterias que irrigan el corazón, como en el caso del infarto de miocardio, los síntomas incluyen dolor torácico intenso, que puede irradiarse al brazo izquierdo, la mandíbula o la espalda. Si la afectación es cerebral, como ocurre en el ictus, los signos pueden manifestarse como dificultad repentina para hablar, pérdida de fuerza o sensibilidad en una mitad del cuerpo, o visión borrosa.

En las extremidades, una trombosis arterial puede provocar dolor agudo, frío en la zona afectada y palidez de la piel, ya que el flujo sanguíneo se interrumpe bruscamente. Ante cualquiera de estos síntomas, la actuación médica debe ser inmediata para evitar daños irreversibles.

Síntomas generales de alerta

Aunque los síntomas de la trombosis dependen en gran medida de su localización, hay algunas señales generales que conviene no pasar por alto:

  • Aparición repentina de hinchazón y dolor en una extremidad.
  • Enrojecimiento o cambio de color en la piel.
  • Sensación de calor en la zona afectada.
  • Dificultad para respirar sin causa aparente.
  • Dolor en el pecho o latidos irregulares.

Diagnóstico de la trombosis

Ante la sospecha de una trombosis, el especialista realizará un examen clínico detallado y solicitará pruebas específicas para confirmar el diagnóstico. Las más habituales son:

  • Ecografía Doppler: esencial para visualizar la presencia de trombos en las venas de las piernas.
  • Análisis de sangre (D-dímero): mide los fragmentos de fibrina que se liberan cuando se forma un coágulo.
  • Angiografía por TAC o resonancia magnética: permiten localizar los trombos en arterias y venas profundas.
  • Venografía: técnica más invasiva pero muy precisa para detectar coágulos en las extremidades.

Una vez confirmado el diagnóstico, se establece el tratamiento más adecuado según la localización y gravedad de la trombosis.

Tratamiento de la trombosis

El tratamiento de la trombosis tiene dos objetivos principales: evitar que el trombo crezca o se desplace, y prevenir la formación de nuevos coágulos. Dependiendo de la situación clínica del paciente, se optará por una o varias de las siguientes estrategias.

Anticoagulantes

Los medicamentos anticoagulantes son la base del tratamiento. Fármacos como la heparina o los anticoagulantes orales de acción directa (ACOD) ayudan a evitar que el trombo aumente de tamaño y facilitan que el propio cuerpo lo disuelva con el tiempo.

Trombolíticos

En casos graves o urgentes, como una embolia pulmonar masiva, se administran trombolíticos para disolver rápidamente el coágulo.

Filtros de vena cava

Cuando no es posible usar anticoagulantes o existe un alto riesgo de embolia, se puede colocar un filtro en la vena cava para evitar que el trombo viaje hacia los pulmones.

Cirugía

En situaciones excepcionales, se recurre a la cirugía para extraer el trombo de manera directa, sobre todo si hay riesgo de daño irreversible en los tejidos.

Además de estas medidas médicas, se aconseja a los pacientes realizar cambios en su estilo de vida para mejorar la circulación y prevenir futuras complicaciones.

¿Se puede prevenir la trombosis?

La prevención juega un papel clave, especialmente en personas con factores de riesgo conocidos. Mantener una buena circulación sanguínea es esencial para evitar la formación de coágulos.

Algunas recomendaciones incluyen:

  • Mantenerse activo: caminar regularmente y evitar periodos prolongados de inactividad.
  • Hidratarse bien, especialmente durante viajes largos.
  • Usar medias de compresión si lo indica el médico.
  • Evitar el tabaco y controlar el peso corporal.
  • Realizar controles médicos si existen antecedentes familiares de trombosis.

La prevención es, sin duda, la mejor herramienta para mantener la salud vascular.

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Complicaciones asociadas a la trombosis

La trombosis, lejos de ser un episodio puntual, puede desencadenar una serie de complicaciones que afectan seriamente la salud si no se diagnostican y tratan a tiempo. Algunas de estas complicaciones no solo agravan el cuadro inicial, sino que también condicionan la calidad de vida a largo plazo.

Entre las principales complicaciones encontramos:

  • Embolia pulmonar: Es, probablemente, la más grave. Se produce cuando un coágulo, generalmente formado en las piernas, se desprende y viaja hasta los pulmones, bloqueando las arterias pulmonares. Este bloqueo dificulta la correcta oxigenación del cuerpo y puede ser potencialmente mortal si no se actúa de inmediato.
  • Síndrome postrombótico: Afecta especialmente a quienes han sufrido una trombosis venosa profunda. Se manifiesta con síntomas como dolor crónico en la pierna afectada, hinchazón persistente, cambios en el color de la piel e incluso úlceras. Estas secuelas no solo son molestas, sino que también limitan la movilidad y pueden derivar en complicaciones aún mayores si no se controlan adecuadamente.
  • Riesgo de nuevas trombosis: Haber sufrido una trombosis incrementa la probabilidad de que se repita. La sangre tiende a formar nuevos coágulos si no se eliminan las causas de base o no se sigue un tratamiento preventivo adecuado. Por ello, es esencial mantener un seguimiento médico regular y cumplir con las pautas indicadas para minimizar este riesgo.